Por José Royo
Cada cierto tiempo aparece la noticia de que "se ha descubierto la constelación de Ophicus" y que "el zodíaco pasa de tener doce signos a tener trece". Esta noticia suele ir acompañada de la argumentación de que debido a la precesión de los equinoccios "el inicio del zodíaco se ha desplazado y nadie es del signo que cree ser".
Estas especulaciones evidencian un absoluto desconocimiento acerca de las bases de la astrología. Y por lo que tiene de recurrente la noticia, siempre me pregunto si es consecuencia de la ignorancia, la estupidez o la malevolencia. Aunque seguramente puede ser una mezcla de las tres cosas…
En primer lugar resulta sorprendente el descubrimiento de la constelación de Ophicus, si tenemos en cuenta que dicha constelación ya era mencionada por Ptolomeo en el siglo II. Además es fácil comprobar que figura en casi todos los tratados de astronomía. Por otro lado, los astrólogos hemos explicado repetidamente, por activa y por pasiva, que signos y constelaciones son dos cosas diferentes, que sólo comparten el nombre.
No importa si se descubre una nueva constelación o si se descubren veinte constelaciones de golpe, pues los signos del zodíaco no son constelaciones. Se denomina signos zodiacales a doce sectores de 30º cada uno, que se sitúan a lo largo de la eclíptica y tienen su inicio en el punto vernal a 0º de Aries. Mientras que las constelaciones son agrupaciones arbitrarias de estrellas con tamaños variables.
En la actualidad existe una diferencia de unos 24º entre el inicio de la constelación de Aries y el inicio del signo de Aries. Dicha diferencia va aumentando cada año, pero se trata de un hecho irrelevante para el zodíaco occidental que se basa en coordenadas ajenas a las constelaciones.
Cabe preguntarse cuantas veces más habrá que realizar estas aclaraciones para que cesen unas noticias utilizadas -cuando no emitidas- por quienes "en nombre de la ciencia", actúan a modo de moderna Inquisición para "salvar al público de la superstición astrológica". Los prejuicios y el evidente desconocimiento que subyace en esas intervenciones resultan paradójicos, si consideramos que una premisa básica de la ciencia es estudiar un tema antes de realizar cualquier afirmación…
© José Royo
Girona, 2011