Por José Royo
Existe la creencia popular de que la principal función de la astrología la predicción del futuro. La herencia de una astrología medieval predictivo-determinista, las publicaciones sensacionalistas y la frivolidad de algunos astrólogos, han contribuido a transmitir la idea de que la carta astral es algo así como una bola de cristal para predecir el futuro. Pero en realidad la astrología es, en su esencia, una fuente de sabiduría al servicio del autoconocimiento y la evolución psicoespiritual.
El estudio astrológico centrado en la persona estudia su potencialidad innata y también su desarrollo a lo largo de la vida. Para este segundo objetivo se utilizan los ciclos planetarios que, aplicados a la carta natal, informan de los momentos en que puede esperarse algún acontecimiento o proceso personal significativo. La fiabilidad de estos pronósticos suele ser alta, pero no será posible predecir qué ocurrirá concretamente ni cuál será la respuesta individual al respecto, pues ello dependerá del libre albedrío de la persona además de otros factores biográficos y ambientales.
Por otro lado, predecir un acontecimiento puede provocar lo que se conoce como profecía autocumplida, según la cual se genera un pensamiento o expectativa que acaba cumpliéndose. Es por ello mucho más adecuado hablar de previsión en lugar de predicción. El concepto de previsión astrológica no es una innovación de la astrología moderna, pues muchos escritos antiguos demuestran que en todos los tiempos hubo astrólogos y sabios que optaban por indicar momentos favorables o desfavorables, en vez de profetizar acontecimientos. Y es que predecir el futuro supone pensar que es inalterable y sólo queda resignarse, mientras que prever el futuro es prepararse para vivirlo libremente y determinar en la medida de lo posible el curso de la propia vida.
A pesar de su nombre, las técnicas de previsión astrológica pueden ser aplicadas a cualquier momento del pasado, presente o futuro. El estudio retrospectivo sobre las vivencias del pasado nos permite reflexionar sobre el significado que tuvieron dichas vivencias y a la vez verificar la fiabilidad de las técnicas previsionales. Igualmente, nos ayudan a tomar conciencia del nuestro presente y prepararnos para los procesos evolutivos que nos plantee el futuro. Pero en algunas ocasiones advertimos que algo previsto no sucede, o también puede ocurrir que un acontecimiento importante no esté reflejado astrológicamente. Motivos que se añaden al argumento y recomendación de cuestionar cualquier predicción categórica que escuchemos.
El concepto de previsión astrológica está referido a una estimación de posibilidades que dificulta precisar cuál será el acontecimiento concreto que podemos esperar. Por ejemplo, un determinado tránsito planetario puede indicar cambios significativos relacionados con el hogar familiar que se acaban cumpliendo, pero será difícil dictaminar previamente si se tratará de un cambio de domicilio, reformas en la casa o algo relacionado con la familia cercana. La relativa ambigüedad de la previsión astrológica no le resta validez, ya que nos permite anticipar posibilidades y estar preparados para responder a lo que llegue. Es algo similar a lo que ocurre cuando en la previsión meteorológica nos anuncian lluvia y en base a esta información podemos salir preparados con paraguas, quedarnos en casa o salir a mojarnos si es nuestro gusto.
Especular sobre nuestro futuro nos servirá de muy poco sino somos conscientes de lo que estamos generando con nuestros pensamientos y acciones en el presente. Es por ello que para la astrología psicológica es más importante entender el proceso que focalizarse en los acontecimientos, pues el objetivo no es saber "qué pasará” sino entender "qué está pasando aquí y ahora". Y es que nuestro momento presente es fruto de nuestro pasado y a la vez semilla de nuestro futuro, tal y como lo expresaba el Buda Gautama (566-486 a.C.) hace dos mil quinientos años cuando decía:
“Si quieres conocer el pasado, mira tu vida presente
Si quieres conocer el futuro, mira tu propio presente.”
© José Royo
Girona, 2018