"Congreso Virtual Internacional de Astrología 2010"
Por José Royo
Convertir el plomo en oro
Saturno es un planeta que tiene mala fama... Se le suele asociar con privaciones, bloqueos, pesimismo, normas restrictivas, censura, conservadurismo, rigidez, frialdad, sentimientos de inseguridad e inadecuación y un montón de otros calificativos poco felices. La regencia de Saturno de los signos de Capricornio y Acuario, opuestos a Cáncer y Leo que se vinculan a factores maternales y creativos, parece subrayar la tendencia saturnina de destruir o castrar aquello nuevo que nace. Además, en la astrología tradicional se le conocía como “el gran maléfico” y sus tránsitos figuraban entre los más temidos. Con todos estos atributos no es extraño que Saturno despierte temor y una marcada prevención a sus efectos.
Pero en realidad, la energía representada por Saturno puede ser tan benéfica o maléfica como cualquier otra, pues la mayor o menor bondad de una energía planetaria depende del grado de conciencia con que sea expresada. Toda energía en el Universo tiene una función indispensable para nuestra existencia, y aplicando esto a la astrología entendemos que no hay ninguna energía planetaria buena o mala por sí misma, solamente hay energías manejadas de manera adecuada o inadecuada, con todos los matices intermedios entre estos dos extremos.
Es cierto que el emplazamiento natal y tránsitos de Saturno acostumbran a ser incómodos, y se requiere una buena predisposición para poder ver su lado positivo. Pero siguiendo el ejemplo de los alquimistas que buscaban transmutar el plomo (Saturno) en oro (Sol), debemos buscar cómo transmutar nuestro Saturno natal para que pueda mostrar su lado elevado. Para esta misión debemos saber que Saturno tiene las cualidades de concretar, realizar, dar forma y conservar. Su función está relacionada con las experiencias madurativas que necesitamos para alcanzar una estructura sólida en nuestra vida terrena y poder sentirnos realizados. Así, vemos que Saturno está vinculado a cuestiones como:
Simbolismo espacial
Para comprender mejor el significado de Saturno existen algunas claves simbólico-espaciales de interés. En primer lugar observamos que Saturno es el último planeta que podemos ver a simple vista. Hasta el descubrimiento de Urano en el año 1781 (seguido de Neptuno en 1846 y Plutón en 1930), Saturno era el planeta conocido más alejado, y para los astrólogos representaba la frontera donde acababa el mundo visible. Más allá estaba lo desconocido.
Esta ubicación fronteriza resulta muy sugerente, pues representa la división entre el mundo consciente representado por los planetas que están más cerca del Sol, y el mundo inconsciente asociado a los planetas que están más allá de Saturno. Es precisamente debido a esta ubicación que a Saturno se le ha llamado “el guardián del umbral”, pues ejerce como una especie de guarda fronterizo que intenta mantener en orden el mundo tangible, a la vez que barra el paso a las energías transformadoras de Urano, Neptuno y Plutón.
Cuando Saturno mira hacia el Sol se siente seguro pues tiene iluminados y vigilados delante de él a todos los planetas del sistema solar, que representan las energías conscientes y conocidas. Pero cuando Saturno se pone de espaldas al Sol, proyecta su larga sombra hacia Urano, Neptuno y Plutón, y siente la oscura amenaza de estos planetas que insisten en querer romper, disolver o transformar las estructuras que Saturno construyó con tanto esfuerzo. Saturno se encuentra pues en una situación comprometida, pues debe esforzarse en conservar ese universo consciente, representado por los planetas tradicionales, y al mismo tiempo intenta frenar las energías de los planetas transaturninos. Esta metáfora simbólico-espacial es ilustrativa del temor de Saturno al cambio, a lo no controlado, a lo no visible, y revela su tendencia a negar, bloquear o limitar el paso a todo aquello que no se puede racionalizar o controlar de alguna manera.
Buscar el significado
Profundizando en estas claves simbólicas sugeridas por la ubicación espacial de Saturno, si nos acercamos más a esa zona fronteriza que controla, vemos que en el “lado inconsciente” de la frontera se encuentra Urano mientras que en el “lado consciente” se encuentra Júpiter. Sabemos que Urano representa el impulso de romper todo tipo de limitación, y las murallas fortificadas de Saturno son toda una provocación para la energía uraniana. Y si Urano abre una brecha, no cabe duda de que Neptuno y Plutón también harán irrupción en el recinto protegido por Saturno, transformando en profundidad todos aquellos referentes conocidos ─representados por los planetas visibles─ que le proporcionan una sensación de seguridad.
Así pues, la opción más inteligente para Saturno será integrar los cambios inevitables asociados a Urano, Neptuno y Plutón, intentando al mismo tiempo que éstos no destruyan lo que fue construido con arduo trabajo. Para realizar esta labor adecuadamente Saturno precisará de la inspiración de Júpiter que, asociado a los factores filosóficos y trascendentes de nuestra existencia, aportará la sabiduría y el significado necesarios en esos procesos de reestructuración. Es interesante pues, entender a Saturno como un mediador (de hecho tiene su exaltación en Libra, signo de la mediación) entre dos mundos, en los que tiene como interlocutores más directos Urano por un lado y Júpiter por el otro. Por otro lado, si Saturno se empeña en que nada cambie, tiene todas las de perder pues en el Universo rige el Principio de cambio y nunca podrá evitar que las fuerzas transaturninas actúen. Todo lo aquí comentado es fácilmente extrapolable a la interpretación astrológica, cuando analizamos las interacciones de los planetas en el tema natal.
En la vida personal ese esfuerzo de Saturno por preservar lo conocido y poner barreras a lo nuevo o desconocido, se traduce en nuestra resistencia al cambio y a lo que es nuevo o diferente. Las crisis que experimentamos no son sino experiencias en las cuales nuestra parte conservadora se resiste a abandonar viejas pautas psicológicas, sistemas de vida caducos, relaciones que ya no funcionan o posesiones que nos atan. Y es aquí donde Saturno muestra su peor rostro mediante actitudes normativas o censuradoras dirigidas hacia los demás y/o hacia uno mismo. La energía saturnina se manifiesta como un padre crítico interno que nos dice frases del tipo: “No debes comportarte de tal manera...”, “No lo has hecho suficientemente bien”, o “No serás capaz de...”, “Lo que debes (o tienes que) hacer es…”, u otras similares que generan sentimientos de inadecuación, bloqueo y baja autoestima. Cabe pues conocer a Saturno para entender su verdadero significado y función, desvelar nuestras inseguridades ocultas y canalizar constructivamente su energía.
Los límites necesarios
Al abordar detenidamente el simbolismo y función de Saturno, comprobamos que considerar su energía como negativa denota una pobre comprensión de la astrología. En lugar de ello, podemos encontrar argumentos fundados para poner en valor las cualidades vinculadas a este planeta. Por ejemplo, Saturno se relaciona con las limitaciones y las estructuras rígidas lo que, de entrada, podemos tomar como factores negativos. Pero si pensamos que en el cuerpo humano este planeta rige la piel (límites) y los huesos (estructura), podemos realizar un ejercicio imaginativo de cual sería nuestro aspecto si careciésemos de piel y huesos. Igualmente es cierto que los límites impuestos por Saturno pueden impedir que nuestro niño interior se exprese libremente, pero sabemos los nefastos efectos, físicos y psicológicos, que tiene para un niño el que sus padres no le pongan los límites protectores necesarios. Caso de no tenerlos, el niño se sentirá desamparado y angustiado al no existir unas fronteras que lo protejan de las amenazas del mundo exterior. Obviamente podemos extrapolar estos ejemplos a otras experiencias internas o externas.
Vemos pues que una de las funciones de Saturno es la de preservar nuestra identidad, marcando límites seguros. Se trata de algo natural y necesario para nuestra supervivencia. Nos protegemos de las inclemencias del tiempo con la ropa adecuada o refugiándonos en nuestras casas, y también construimos defensas en el terreno emocional para intentar evitar el sufrimiento. Pero según como utilicemos las murallas defensivas de nuestro castillo personal, éstas pueden ser un protección segura o convertirse en una sólida prisión. Así, cabe insistir en que positivizar la lectura astrológica de un planeta no supone ignorar que pueda manifestarse de manera negativa. Más bien se trata de contemplar ambos extremos para averiguar a qué nivel y en qué situaciones suele expresarse un determinado planeta en la vida individual. Por ejemplo, un planeta con buena prensa como es Venus se relaciona con la belleza y la armonía, pero también con la vanidad y la frivolidad, o el “gran benéfico” Júpiter está asociado con las ganancias, el optimismo o la espiritualidad, pero también con los excesos, la falta de medida y la intolerancia.
Ciclos madurativos
En el estudio temporal, los tránsitos de Saturno destacan como un factor clave de la interpretación astrológica. Su ciclo genérico de 29 años y medio señala tres etapas en la vida humana (de unos 30 años cada una), que señalan un periodo de preparación, otro de acción y un tercero de reflexión, que tienen sus momentos más significativos en el inicio y en los hemiciclos. Pensemos por ejemplo que la adolescencia tiene lugar justamente en el primer hemiciclo hacia los catorce ó quince años aproximadamente, “la crisis de los treinta” coincidiendo con su primer retorno, o la proximidad de la jubilación a los sesenta, cerca del segundo retorno.
Aplicando los tránsitos de Saturno a la carta astral individual, es de gran interés observar cómo a su paso por las casas obliga a ocuparse secuencialmente de lo significado por cada sector, durante periodos bien definidos. Igualmente, cuando en su desplazamiento Saturno aspecta a un planeta natal pone en cuestión la forma en que se está expresando ese planeta y fuerza a una maduración de la energía implicada. Así, podemos ver como Saturno a su paso por la Casa 7 ─relacionada con la pareja─ señala un proceso madurativo al respecto que suele desembocar en un cuestionamiento de la relación, o cuando Saturno hace conjunción con el Sol se experimenta un momento opresivo que, no obstante, genera un cambio igualmente madurativo en lo que se refiere al propósito e identidad esencial del individuo.
Que los tránsitos de Saturno los vivamos mejor o peor, es algo que estará relacionado con nuestra capacidad para aceptarlos y acompañarlos. En ocasiones será difícil entender el sentido de estos tránsitos cuando estemos inmersos en ellos, pues de la misma manera que no podemos tener una idea clara del perímetro de un bosque cuando estamos dentro de él, tampoco estaremos capacitados para tener una clara visión del significado de un proceso saturnino, en sus momentos más álgidos. Saturno es el Cronos griego, dios del Tiempo, y precisamente dar “tiempo al tiempo” a las vivencias saturninas es una acción aconsejable para que sus enseñanzas se vayan asentando en nuestro interior.
Saturno en el tema natal es indicador de factores que, al generar sentimientos de inseguridad, debilidad o inadecuación, tendemos a sobre-compensarlos trabajando duramente. Es el “viejo maestro” conservador pero experimentado, que nos presiona para que aprendamos aquellas lecciones indispensables para nuestra evolución. Si evitamos los trabajos que nos propone Saturno, la inquietud y los miedos no disminuyen sino que se incrementan. Solamente afrontando las pruebas propuestas alcanzamos gradualmente un sentimiento de plena realización, y nos convertimos en maestros de nuestra propia vida convirtiendo las dificultades en ventajas y transformando nuestras inseguridades en estabilidad, solidez y conocimiento.
© José Royo
Girona, 2010